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Crédito: inta.gob.ar

Ajustes ganaderos ante la sequía


Investigadores de la FAUBA y AACREA evaluaron cómo diseñar sistemas de cría bovina en regiones con alta variabilidad climática para enfrentar los efectos del cambio climático.

(SLT-FAUBA) Ante el actual contexto de sequía que afecta a diferentes zonas productivas del país, la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) elaboró un informe sobre las estrategias de manejo ganadero aptas para zonas de gran variabilidad climática, como el Chaco seco. Allí se evaluaron los niveles óptimos de carga animal, en relación a la disponibilidad de pasto y la humedad, para alcanzar un resultado rentable.

El trabajo fue desarrollado en el marco de la Especialización en Manejo de Sistemas Pastoriles, por el investigador José Lizzi, líder de área de Ganadería AACREA, y su director Martín Garbulsky. Los investigadores se propusieron definir la carga animal óptima, que permitiría obtener los mejores resultados productivos en un período largo de tiempo, con menos riesgo climático y mejores resultados en años buenos. Para los lugares más secos de la región Chaqueña, con lluvias anuales de 450 mm, recomendaron pastorear con una vaca cada 2,5 hectáreas, en cambio, con 750 mm la recomendación de carga animal si situó en la mitad (una vaca cada 1,25 hectáreas).

Dos estrategias

La región del Chaco seco argentino posee un clima cálido, con deficiencias hídricas. Las lluvias se concentran en el verano, aunque poseen una alta variabilidad entre año y año. Las productividades de las pasturas y de los rodeos vacunos se relacionan estrechamente con esas precipitaciones que ocurren durante el ciclo de crecimiento. No obstante, los sistemas ganaderos de cría se caracterizan por ser poco adaptables a clima tan variable. Por esa razón existe una gran dificultad a la hora de diseñar esquemas sustentables, en términos productivos, económicos y ambientales.

Los sistemas ganaderos de cría se caracterizan por ser poco adaptables a climas tan variables como el de la región de Chaco seco.

Ante un contexto de carga animal fija y oferta forrajera variable, producto de la variabilidad de las lluvias, los investigadores explicaron que los productores tienen dos alternativas: “La primera es mantener la densidad animal estable y que el ajuste de carga sea consecuencia de productividad variable del rodeo. La segunda es mantener la densidad animal y la productividad, por ende la carga, pero variar el costo de producción para cubrir los déficits forrajeros en los años desfavorables”.

Para los lugares más secos, con lluvias anuales de 450 mm, recomendaron pastorear con una vaca cada 2,5 hectáreas, en cambio, con 750 mm la carga si situó en la mitad.

Al respecto, consideraron que la primera alternativa no reviste ninguna complejidad de manejo, ya que los años de déficit forrajero se traducirán en menores índices reproductivos, menor crecimiento de los animales o incluso mayor mortandad. En cambio, afirmaron que la segunda estrategia “reviste la complejidad de encontrar el punto de carga óptima en el largo plazo, donde se maximice el resultado económico, minimizando el impacto de los años desfavorables”.

Tomando como marco la segunda estrategia y para definir los rangos de carga óptima en diferentes sistemas de producción de cría, desde la Especialización en Manejo de Sistemas Pastoriles de la FAUBA se realizó un modelo que simula 20 años de lluvia en el Chaco seco, en base a la precipitación media anual y la variabilidad interanual.

Resultados óptimos

“A partir de las lluvias estimamos la producción de las pasturas para un rodeo de cría de alta productividad. Los años donde el forraje no alcanza, el déficit forrajero se cubre con manejo del destete, desde anticipado hasta un hiperprecoz. Si estas prácticas no son suficientes, entonces se compra alimento para mantener el stock y la productividad animal del sistema”, explicó Lizzi.

“El sistema se modeló para niveles de carga creciente. De esta forma, se determinó un break even (punto de resultado económico cero), además de puntos de carga óptima y máxima”, agregó Martín Garbulsky, director de la Especialización en manejo de sistemas pastoriles de la FAUBA e investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas vinculadas a la Agricultura (IFEVA).

José Lizzi, líder de área de Ganadería AACREA, desarrolló el trabajo en el marco de la Especialización en Manejo de Sistemas Pastoriles de la FAUBA.

Los resultados del análisis con el modelo de simulación muestran una fase de respuesta creciente del resultado económico en función del incremento de la carga, hasta llegar a un punto de maximización de resultados, siendo de una vaca cada cuatro hectáreas para el sitio donde llueven 450 mm anuales, 0,73 vaca por hectárea para el sitio de 600 mm y de 0,87 para el 750mm. El rango comprendido entre la carga correspondiente al break even y el punto de carga máxima determina la zona de resultado positivo.

Desde la Especialización en Manejo de Sistemas Pastoriles de la FAUBA se realizó un modelo que simula 20 años de lluvia en el Chaco seco, en base a la precipitación media anual y la variabilidad interanual.

Lizzi se refirió a los resultados del estudio: “Para el sistema de producción analizado, el sitio de 450 mm anuales tiene una zona de resultado positivo muy reducida además de un resultado económico máximo muy bajo. Es por ello que sería cuestionable la alteración del ambiente natural para implantar pasturas y establecer un sistema de cría vacuna de alta productividad animal, al menos desde el punto de vista de la sostenibilidad económica en el contexto de negocio analizado y del impacto ambiental. Podría ser razonable un modelo de éste tipo, si el negocio estuviese integrado con un sistema de engorde, donde la restricción principal del negocio sea la provisión de terneros”.

Es decir, en los lugares más secos de la región Chaqueña, con precipitación media anual de 450 mm, es recomendable, para maximizar los resultados económicos, una carga más baja, de alrededor 1 vaca cada 2,5 hectáreas. A medida que nos movemos hacia lugares más húmedos, la carga óptima aumenta junto con las mayores probabilidades de conseguir resultados económicos positivos producidos por la variabilidad en las precipitaciones.

“Además de variar la carga, es importante considerar que la base forrajera y la posibilidad de hacer inversiones económicamente rentables dependen fuertemente de las precipitaciones y su variabilidad entre años”, sostuvo.

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