El consumo de carnes no solo se mide en función de la producción por habitante sino también en función del gasto y, en ese renglón, la vacuna gana por varias cabezas a las otras alternativas.
La producción de carne viene creciendo como consecuencia de la liquidación de stocks y no por más eficiencia ganadera. Por eso consumo promedio por habitante llegó a los 56 kilos en marzo, según datos oficiales, y habría sido todavía mayor en abril, ya que las ventas a los frigoríficos aumentaron.
De acuerdo con la secretaría de Agricultura, otros 46 kilos anuales per cápita se consumen de carne de pollo, además de 16 kilos adicionales de carne porcina. Las cuentas los privados difieren en algo.
La producción avícola permite un abastecimiento de 46 kilos por habitante al año según los datos de los primeros meses de 2023. Mientras que en el sector porcino dicen que según los datos de consumo de insumos, su promedio llega a casi 20 kilos anuales.
Tomando como referencia los datos oficiales, el total de consumo de las tres carnes juntas asciende a nada menos que 118 kilos, a los que se agregan 2 de carne ovina.
Si contemplamos las cuentas del sector privado en promedio se acercaría a los 125 kilos, y resulta ser de los más altos de la historia.
La otra forma de calcular el consumo es midiendo el gasto de cada argentino en este tipo de carnes.
El IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna) informó que en abril el precio promedio fue de 1.888 pesos por kilo de carne de bovino. Si se anualiza ese valor por los 56 kilos que se supone comerá cada ciudadano este año, el gasto total sería de 105.800 pesos.
El sector aviar ofrece al mercado doméstico un volumen de carne por habitante similar al de la carne vacuna pero el gasto en este tipo de carne es mucho más bajo. Si la referencia son los 740 pesos por kilo que informa el propio IPCVA por el pollo entero, la suma anual ascendería a 41.000 pesos. Mientras tanto, para la carne porcina el gasto sería de 25.000 pesos.
En definitiva, el dinero que el ciudadano está dispuesto a “invertir” en los dos productos alternativos a la carne vacuna es apenas poco más de la mitad de lo que destina al consumo de carne vacuna.
Esta situación da cuenta de que sus preferencias siguen intactas y que los cambios en los hábitos de consumo tienen que ver más con su economía en crisis que otra cosa.
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