Pedro Cabodevilla construyó el frigorífico Maru ubicado en Rufino, Santa Fe hace 41 años con el que abastece a más de 300 pueblos de diferentes provincias. Desde entonces sorteó cambios políticos y crisis económicas pero nada fue tan impactante como los efectos del Covid 19.
Crédito: Pedro Cabodevilla
Pedro Cabodevilla construyó de construyó de cero el frigorífico Maru que comenzó a funcionar hace 41 años en Rufino, provincia de Santa Fe.
La planta da trabajo a poco menos de 100 personas, es un ciclo 1 de tiene tránsito federal que abastece de carne a 300 pueblos de Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y San Luis.
Entre las varias dificultades que sortearon en los últimos años, además de las cuestiones políticas y macroeconómicos, se cuenta la conversión de la zona que era eminentemente ganadera en agrícola desde mediados de los 90 lo que obligó a agudizar el ingenio para mantener a la fábrica abastecida de materia prima. “Tuvimos faenas mensuales de hasta 4.500/5.000 animales, ahora andamos entre 2.500 y 3.000”, explicó Cabodevilla quien agregó: “cuando empezamos había remates feria con 2.000 a 3.000 animales, ahora hay uno cada 3 meses de menos de 500 cabezas”.
Ese proceso duró varios años y la cuestión se fue acomodando, lo que nadie esperaba era la tormenta que causó el Covid 19.
La venta de carne que hace el frigorífico Maru en diferentes provincias fue complicada este año. Tuvieron que sortear dificultades de todo tipo e ir adaptándose a las novedades que surgían cada día.
“Por suerte siempre nos manejamos muy organizadamente. Somos prolijos, tenemos un equipo de ´gente hecha´, pero aún así este fue el peor año de nuestra historia”, sostuvo Cabodevilla.
El empresario fue bien gráfico y explicó que: “cada pueblo tenía su protocolo y eso dificultó mucho la logística, pero también tuvimos problemas para el ingreso del personal a Rufino que a veces llegaba una hora más tarde a la faena por las demoras que había que hacer en el acceso”. Eso sin contar los casos positivos que como en tantos lugares se fueron registrando y el protocolo que tuvo que implementar la empresa que derivó en desdoblamiento de turnos e incrementos de costos. “Todo eso incrementó costos, fue un año dramático, de lo más insólito”.
Cabodevilla contó que desde el inicio de diciembre la cuestión se normalizó, que quedó liberado el tránsito y comercio de carne vacuna y espera que en adelante la cuestión tienda a funcionar con normalidad.
Pero sabe que más allá de la pandemia hay otras cuestiones pendientes en el sector. Dice que sería conveniente modernizar el comercio para llegar a la gente con “carne identificada y protegida” sanitaria y fiscalmente, pero para eso hace falta una legislación que promueva los cambios y que se den las condiciones para que las empresas que venden al consumo interno y que necesiten hacer adaptaciones puedan lograrlas a modo de evitar la concentración.
“Las empresas de todo el país deben tener las mismas oportunidades”, sostuvo y luego agregó: “vender en el mercado interno no es fácil, es difícil la venta en la calle, nosotros batallamos mucho”.
Cabodevilla también se refirió a un tema que preocupa y mucho al sector, la carga impositiva. “El impacto de ingresos brutos es terrible y encima varía en cada provincia. A eso hay que sumar la “tasa de introducción” que se debe pagar en cada pueblo para entrar con el camión con carne, y en nuestro caso llegamos a 300 pueblos de diferentes provincias”.
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