Por Dr. Daniel Urcía, presidente de Fifra
Décadas de inflación y erosión del salario reducen el poder de compra de la población que es el principal cliente de todas las cadenas cárnicas de la Argentina. La solución no está en la intervención sino en generar condiciones para la inversión, el empleo y la mejora del ingreso.
Mucho se está hablando de la suba de precios en la carne. Claro, todos anunciamos que iba a ocurrir y además dijimos, será un cimbronazo, pero eso alentara a producir más, un incentivo a la producción y eso asegurara mayor oferta y precios más competitivos a futuro. Intervenir en el mercado de carnes de cualquier manera es la peor receta de aplicar y tiene como resultado precios muy caros al cabo de dos/tres años, como ya ocurrió en 2010/2011.
Los aumentos en el precio de la hacienda y por ende en la carne tienen su explicación absolutamente en razones productivas, no se trata de un mercado donde un par de vivos se ponen de acuerdo y suben los precios, por el contrario, es el ejemplo de un mercado de competencia perfecta de Argentina en donde la abundante oferta de ganado para faena impulsa a la estabilidad de valores, y la menor oferta impacta inmediatamente en una suba de precios y ninguna medida externa puede modificar este funcionamiento.
El aparato productivo de carnes de Argentina es uno de los más competitivo (5) del mundo, Argentina produjo 133 kilos. De proteína animal por habitante en 2020, en el año 2010 una década atrás se produjo 112,3 kilos, 15% menos. El año 2011 fue el de menor producción de carne vacuna y en conjunto con 2010, donde el salario solo alcanzaba para comprar 106 kilos de carne, ¿y ahora para cuánto alcanza? Toda esta información se puede consultar en detalle en este newsletter de FIFRA (ver estudio de Ieral/Fundación Mediterránea). Esta evidencia irrefutable y reciente demuestra que las intervenciones del Estado en los Mercados desalientan la producción y encarecen los productos en el mediano plazo.
El consumo total de carnes en nuestro país nos coloca en la cúspide de los mayores consumidores mundiales y en el caso de carne bovina en el puesto número 1 e indiscutido de ese ranking ya que el destino principal de todas las producciones bovina, porcina y aviar es el mercado doméstico.
Todas estas consideraciones nos llevan a concluir que tenemos producción suficiente para abastecer el mercado doméstico y la exportación.
Ahora bien, ¿el poder adquisitivo del salario se vio erosionado por la inflación en varias décadas, eso es responsabilidad de la carne? Esta misma pregunta se la hice a un economista extranjero y me respondió “of course not, nobody could think that” (por supuesto que no, nadie puede pensar eso).
En este contexto suben los precios internacionales de los granos, que nuevamente van a generar ingresos adicionales para el Estado que anhelamos sean bien utilizados, como aliento para generar una mayor producción.
No desconocemos qué hay sectores de población que requieren de asistencia y consideramos que deben recibirla en forma directa, generar intervenciones para “todos” implica que la reciben quienes no lo necesitan y se dilapidan esfuerzos y recursos. ¿Tiene sentido subsidiar el asado al segmento abc1 de la población?
Como dijimos en ediciones anteriores, la corrección de precios era inevitable y necesaria, las variables externas (valores y demanda) e internas (costos de producción) están encontrando su equilibrio y eso nos asegura que habrá estabilidad de valores de referencia durante el próximo trimestre.
Compartimos nuestro deseo por un año 2021 que genere las condiciones de inversión y creación de empleo genuino.
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