El informe del Rosgan que compartimos a continuación explica el problema que hay en la oferta de carne vacuna para atender a una demanda interna castigada pero interesada en el producto y a una exportación creciente.
Acaban de conocerse los datos de exportación del mes de octubre y, a pesar de las dificultades de este año, vemos muy probable la posibilidad de cerrar un ciclo con mayor volumen exportado, marcando así un nuevo récord. De acuerdo a los datos publicados por el INDEC, durante octubre las exportaciones de carne vacuna resultaron en 59.319 toneladas peso producto que, traducidas a su equivalente de res con hueso, implican unas 85.245 toneladas.
Comparado con igual mes del 2019 el volumen resulta inferior, aunque si se lo mide con los meses pico de compras chinas, previo al gran desplome y sinceramiento de precios. Sin embargo, en términos acumulados, la performance de estos primeros diez meses del año resulta muy alentadora, más aún si se lo contextualiza en un entorno de pandemia.
En lo que va del año, las exportaciones de carne vacuna arrojan un total de 732 mil toneladas equivalente carcasa, un 9,3% más que las 669 mil toneladas exportadas en igual período de 2019 lo que nos hace suponer que, manteniendo similar ritmo durante el último bimestre es muy probable terminar el año con algo más de 900 mil toneladas embarcadas.
Claro está que en materia de precios las disrupciones provocadas por la pandemia están dejando su efecto negativo, con caídas de los valores exportados cercana al 20% anual.
Si bien aún persiste la incertidumbre respecto de los tiempos que demandará la reactivación definitiva de la demanda, especialmente en Europa, los avances.en relación al desarrollo de las diferentes vacunas contra el coronavirus, permite al menos vislumbrar una potencial salida y con ello, proyectar una futura recuperación de valores.
En efecto, la industria exportadora local mantiene proyecciones muy promisorias para el mediano plazo. La semana pasada se anunció un importante programa de inversiones orientadas a incrementar un 40% los envíos al exterior en los próximos tres años y alcanzar un volumen de 1,25 millón de toneladas.
Sin embargo, si analizamos el potencial de respuesta inmediata que puede tener la producción local, la misma no parece estar en condiciones de acompañar este crecimiento, al menos en el plazo planteado. La producción de carne vacuna en los últimos 30 años se ha mantenido estancada en un promedio de 2.800 mil toneladas anuales. La exportación, con sus altibajos, ha llevado en promedio un 15% de esa producción hasta los dos últimos años donde ha alcanzado una participación cercana al 30%, con una producción apenas 10% mayor a esa media histórica, 3.100 mil toneladas.
En todo este lapso, por crecimiento demográfico Argentina pasó de 32 a 45 millones de consumidores que deben ser abastecidos con igual nivel de oferta. Es así como, presionado también por una mayor inserción de las otras carnes en el mercado, el consumo per cápita de carne vacuna ha caído casi 30 kilos en estos 30 años.
Lo que estamos viendo por estos días detrás de la suba de precios de la hacienda gorda no es más que una restricción de oferta, aunque transitoria y de efectos inmediatos. Restricción que se ha venido anticipando como un posible faltante de oferta de animales terminados hacia fin de año.
En la última semana, el valor del gordo trepó a niveles de 150 pesos lo cual, a priori, es una buena señal para el feedlots de no ser porque la invernada también acompañó esa suba y siguió corriendo la vara. Hoy, con un ternero de reposición entre 170 y 180 pesos el kilo y un maíz en 15.700 pesos la tonelada, pensar en reponer hacienda para engorde resulta muy ajustado.
En consecuencia, un mercado del gordo en suba y una reposición aun cara, no hace más que generar mayor retención sobre la escasa hacienda que aún existe en los corrales, y seguir presionando al alza los valores.
Por el lado de la demanda, su comportamiento también podemos leerlo como algo transitorio. Luego de un año de aislamiento y distanciamiento social, con la proximidad del fin de año y un clima más propicio para las reuniones al aire libre, el desconfinamiento se está dando de manera natural y ello, sin dudas, impacta en un mayor consumo. Sin embargo, esta suba del gordo no puede trasladarse de manera sostenida al consumo.
Recordemos que estamos ante un consumidor con una capacidad de compra muy debilitado en términos de salarios reales que poco podrá seguir acompañado estas subas, si no es mediante una reactivación general de la economía. Por otra parte, la misma dinámica de corrección de precios en la carne también muestra un patrón en el cual, tras un ajuste significativo, a los pocos meses vuelve a quedar retrasada contra el nivel general de precios.
Por ello, es esperable que estos ajustes se sostengan por los próximos 2 a 3 meses, manteniendo el impulso del fin de año y las vacaciones, pero luego deberían comenzar a ceder, probablemente ayudado también por la aparición de mayor oferta.
Distinto es el caso de la invernada y las proyecciones que venimos señalando en cuanto al nivel de oferta disponible en los próximos años. Aquí, una conjunción de menor cantidad de hembras en servicio y un clima sumamente adverso en el último año, hará del ternero un bien escaso en al menos las dos próximas zafras. Bajo este escenario, de no mediar un salto cuantitativo en el peso medio de faena, implicará indefectiblemente menor producción.
En definitiva, sin cambios en los sistemas productivos, el nivel de oferta podría ser nuevamente el principal condicionante para el crecimiento en los próximos años.
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